En la actualidad este vocablo, introducido al
castellano, se usa en España en lenguaje
familiar para designar a una mujer fea, desenvuelta
y mala. En Santa Cruz se refiere a mujer mala
y fea. "Más fea que una tarasca",
es la expresión familiar tradicional que
ya se está perdiendo, al menos en la ciudad.
La palabra proviene del francés "tarasque",
derivado de Tarascón, ciudad de Francia,
y el juego pertenece al folclore provenzal de
la Edad Media. Originalmente la Tarasca consistía
en una máquina de madera colocada sobre
ruedas y conducida desde su interior, su forma
era la de una serpiente con varias cabezas, semejando
al monstruo mitológico llamado Hidra.
La Tarasca representaba un animal fabuloso, que
según la creencia de aquellos tiempos,
asolaba la región provenzal, al sur de
Francia, que fue liberada del temible monstruo
gracias a la intervención de Santa Marta.
Esta acción benefactora se conmemoraba
con dos procesiones anuales, una el día
de la Semana Santa y otra en la festividad de
Pentecostés. Estas procesiones eran completadas
también con diversos juegos populares y
farándula, es decir, que posteriormente
el monstruo se representó con una enorme
caparazón de tortuga, a veces erizado de
grandes púas, cabeza semihumana y boca
enorme.
La Tarasca, aún con apariencia de hidra,
serpiente, o dragón, cruzó los Pirineos
y pasó a España, donde se la hacía
intervenir en la procesión del Corpus Christi,
en Madrid, que de castillo y fortaleza se convirtió
en ciudad capital del reino. La víspera
de la procesión la Tarasca recorría
la ruta, acompañada por una abigarrada
farándula. En un sillón colocado
encima del artefacto se colocaban tarasquilla
y tarascón, ambos vestidos según
la moda para ese año, además se
colocaban pelucas con nuevos peinados.
Entre la farándula iba el Mojigón,
que con dos vejigas de carnero infladas, sujetas
al extremo de un bastón, golpeaba las cabezas
y rostros de quienes se descuidaban y no estaban
atentos a su paso; le seguían hombres disfrazados
de moros, mujeres vestidas de ángeles y
un joven rubio representando a San Miguel.
A propósito de los peinados, según
algunas de las pelucas, se repetía un cuarteto
satírico:
"Como tomastes, Aldonza,
de la Tarasca el modelo,
por eso llevas el pelo
con trenzas de jerigonza."
y esta seguidilla madrileña respecto de
los vestidos:
"Si vas a los madriles,
día del Señor,
traéme de la Tarasca
la moda mejor;
y no te embobes,
que han de darte en la cara
los Mojigones."
Como no podría dejar de ocurrir, los emigrantes
peninsulares trajeron también a esta tierra
la popular diversión. Pero al tomar carta
de ciudadanía americana, la Tarasca debió
cambiar de apariencia, al menos en parte; acá
se la construyó sobre una carretilla, pequeño
carretón al modo europeo, sin timón,
al que sustituían los dos listones o maderos
de los costados, prolongados hacia delante para
su conducción por un caballo, el cual,
en el juego, se sustituye por uno o más
hombres que manejan el vehículo en sentido
inverso, empujándolo.
La Tarasca, quizá por facilidades de construcción,
asumió la forma de una tortuga, más
bien un escarabajo gigante (acá se dice
"petas" sin cabeza), constituyendo una
especie de cefalotórax (cabeza y cuerpo
en uno) con una boca enorme y la imitación
de grandes dientes; un grupo de hombres reemplaza
a la farándula, sin Mojigón, sin
San Miguel, sin ángeles ni moros.
Aún campea la Tarasca en nuestro medio,
ya no asolando sino asustando muchachos en los
festejos populares. El "Día de la
Tradición", celebrado anualmente en
las instalaciones de la Feria Exposición,
en la ciudad capital, no ha descuidado esta diversión,
siempre festejada por participantes y asistentes.
También permanece en las provincias, en
oportunidad de diversas festividades.
En nuestra tierra la Tarasca, confeccionada como
se ha descrito, circula entre el público
para sorprender a los chicos desprevenidos o muy
confiados. Llevada a pulso de un lado a otro,
oculta en su interior uno o dos mocetones provistos
de miel o "barreno" y gran acopio de
plumas de ave. Los de afuera toman a la fuerza
al niño desprevenido y de igual manera
lo introducen en la boca de la Tarasca; los del
interior se encargan de embadurnarlo con la miel
y cubrirlo con plumas, a veces quitándole
parte de la ropa. Conducida la operación
lo sacan por detrás, para regocijo de la
concurrencia que festeja la acción con
carcajadas y expresiones alusivas, por lo general
groseras, al haber sido expulsado por el trasero
del monstruo devorador. Este juego, que sepamos,
carece de reglas, excepto la de divertir. |