Chiquitanía

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Los Componentes del Plan Maestro.


La plaza misional.

La plaza misional conserva en alto grado los mejores atributos de este elemento urbano que fue un fenómeno original en el Nuevo Mundo, si tenemos en cuenta que hasta principios del siglo XVII ninguna ciudad española contaba con la plaza mayor o de armas.

La plaza misional en su función colonizante impone una nueva conciencia y nuevos esquemas en el relacionamiento social: la plaza establece nuevas condiciones, convence que sólo a través de ella puede obtenerse la salvación, y para ese fin se enseña que hay un solo Dios y un alma cercanos, un rey y un papa lejanos. Por ello es explicable que se convierta en el receptáculo vital sobre el cual gira la estructura funcional y orgánica del pueblo, y sobre la cual se reitera la representación de la vida en todas sus dimensiones posibles: el transcurso de lo cotidiano. El culto al trabajo inevitable (talleres, huertos y chacos). La educación básica y profesional (colegio y talleres). La protección asistencial social (hospital y la Casa de la Misericordia). El temor y sumisión (cárcel). El misterio del pecado, el perdón y el regocijo (templo). El otro misterio de la persuación y la redención (capilla mortuoria y cementerio al lado de la iglesia). Es decir, que la plaza misional se convierte en el gran escenario de la existencia humana donde se nace, prepara, recrea, transcurre y se muere con la promesa de la vida eterna: el teatro del mundo garantizado por un sistema masificado y controlado, productivo y protegido, persuadido y participativo. En torno a la plaza, al igual que en el régimen indiano, se concentran las actividades sociales, religiosas, cívicas, culturales y recreativas.

El eje longitudinal de la vida y de la muerte, es fuertemente enfatizado como espacio purificador y telón escenográfico del espacio abierto con connotaciones significativas del paso por la tierra y míticas del cielo prometido y para ello, será necesario integrar y resaltar el conjunto de edificios, en especial la iglesia.

Por su parte, el eje transversal integra el mundo civil con el sacral, donde la plaza forma parte del circuito procesional que refuerza el estigma litúrgico. Primero la capilla Betania, luego el sistema de cruces, las capillas posas en las cuatro esquinas, la cruz central, la capilla Miserere, hasta finalizar en el pórtico del patio, cierran el vínculo de los dos mundos reconocidos, aludiendo a la Jerusalén imaginada por los expulsos.

Internamente la plaza se mantiene homogénea y unitaria como un manto verde, tipo de plaza seca con una gran superficie de tierra debidamente nivelada, tratada y apisonada, con una trama peatonal que la atraviesa remarcando los ejes. En el centro se coloca una cruz de madera o piedra labrada, de apreciables dimensiones, acompañada de sendos grupos de palmeras, por lo general cuatro. La ubicación central de la cruz enfatiza la orientación visual del eje sacral de las estaciones: Betania-Plaza-Patio.

Las dimensiones de las plazas misionales superan el común de sus pares de las ciudades españolas -salvo la plaza de la ciudad de México DF-. Sus medidas promedios oscilan entre 139,70 metros por 140,70 metros -cuadrados con ligera variación-, y una superficie promedio de alrededor 19.655,79 metros cuadrados (14).

La iglesia.

La iglesia constituye el edificio más importante de la reducción. Los indios en su lengua madre la llaman Ipoosti Tupa, la casa de Dios. Es el núcleo donde nace, pivotea y se organiza el pueblo, no sólo como centro geométrico, sino fuente vital de su estructuración.

Este principio fue respetado al máximo porque la razón primera de las misiones era la evangelización, por tanto, todo debía girar a su alrededor.

El templo aparece en el conjunto religioso simultáneamente como unidad y tejido. Por su escala y proyección abierta del atrio hacia la plaza es excluyente y monumental, que "recuerdan la forma de los templos griegos" (15). Por su capacidad de nexo a través de corredores hacia el interior -patio- y exterior -plaza-, se convierte en nodo articulador. Tiene capacidad de ser origen y final. La iglesia en su proyección exterior asume la función de escenario o lugar de referencia donde los hombres y mujeres danzan, bailan, cantan y actúan sobre un fondo escenográfico constituido por el colegio, el taller, el cementerio; es decir, toda la representación vital del pueblo: el theatrum mundi, donde transcurre la vida misional. Esta arquitectura urbana, apenas sobreelevada en la cima de suaves colinas, apenas sobresaliente del verde dominante de su paisaje agrario, alude y reitera que la iglesia forma parte indivisible de un medio ambiente sabiamente arquitecturizado, ritualizado interactivamente y adecuadamente humanizado.

Por otra parte, el templo responde a los requerimientos de evangelizar masas y convertirse en el edificio contenedor que protege a todo el pueblo. Por escala "la casa de Dios" no es figurativa, sino literal, con sus 1.100 a 1.600 m2. promedio de superficie construida, tiene la posibilidad de albergar de 2.200 a 3.200 feligreses si se tiene en cuenta 0,50 m2. útil por persona. Este aspecto no es nuevo en la historia del cristianismo; sin embargo, en Chiquitos el tema del tamaño tiene especial importancia, porque ningún pueblo sobrepasó los 3.000 habitantes. Las iglesias dimensionalmente tienen en su interior los límites promedios de 16 a 20 metros de ancho, por 50 a 60 metros de profundidad y una altura de 10 a 14 metros, lo que da una superficie construida promedio de 1.000 m2. y un volumen interior de 10.000 m3. (16).

El conjunto religioso del que la iglesia forma parte, responde a una trama funcional y espacial ortogonal que surge del claustro o patio jesuita. El templo ocupa un sector definido en sus cuatro direcciones; sobre un lateral colinda con la capilla mortuoria y cementerio; sobre el lado posterior participa del refectorio y sacristía; y sobre el otro lateral define el claustro y patio principal, conformando una masa construida en forma de "U". Para cerrar el claustro en sus cuatro bordes dispone de una doble galería, un ala interior para delimitar el patio y un ala exterior colindante y abierto hacia la plaza.

La estructuración espacial del templo se organiza sobre cinco módulos o naves. Una nave central, dos naves laterales internas y dos naves que corresponden a los corredores exteriores. Las naves interiores están formadas por dos filas paralelas de columnas de madera, compuestas generalmente de 7 a 9 columnas por fila, de 14 a 18 en total sobre la que apoya el peso de la cubierta. El sistema de columnas se une longitudinalmente por vigas regulares escondidas en el pie derecho de los muros y las demás articuladas libremente sobre el capitel de las columnas dentro y fuera del templo. En el sentido transversal se superpone una red de vigas sobre los altares laterales y una llave -cercha- asegura la viga maestra de cumbrera. De este modo la retícula estructural en los dos ejes de descomposición de fuerzas se articulan y equilibran estáticamente, configurando una pieza estructural indeformable y preparada para que se le apliquen las cargas de su propio peso, esfuerzos verticales de la cubierta, esfuerzos horizontales -vientos-, etc. La propuesta estática se completa con otro eje de columnas en los dos bordes exteriores laterales, que junto a las cuatro frontales y posteriores habrán de conformar un corredor o galería alrededor del templo y definen el cuerpo de cinco naves: tres interiores y dos exteriores. Es el sistema estructural independiente.

El templo volumétricamente es regular y sin ningún tipo de voluntarismo formal. A esta regla de austera rigurosidad se apoya el control general de cada sector. Sin embargo, por requerimientos puntuales y precisos, surgen algunas excepciones: dos claraboyas o lucernarios, aparecen en la cubierta sobre el altar mayor con el fin de valorar la luz solar o lunar; las sacristías mediatizadas por la fuerza del conjunto, el óculo elíptico para iluminar el entrepiso del coro, o la escalera externa de acceso al coro.

La propuesta arquitectónica sigue los patrones tipológicos de la primera época de las construcciones paraguayas; es decir, dentro de los cánones de la arquitectura lignaria, con una diferencia fundamental, mientras que en Paraguay, los primeros templos se construían provisionalmente, en Chiquitos, por el contrario, al lado del templo provisional, con la experiencia acumulada comprueban que, con los mismos elementos disponibles, madera y barro, aparentemente deleznables e inicialmente desdeñados sobre todo para la visión académica occidental, era posible construir una arquitectura regional noble, duradera y digna.

La tecnología aplicada en la construcción, sin lugar a dudas, es un aspecto relevante en la arquitectura misionera. La estructura independiente de madera posibilita levantar los enormes templos, relativamente operables y fáciles de construir. Son altamente funcionales y perfectamente adecuados a los requerimientos del programa misional y a los condicionantes ambientales. La puesta en marcha de dicho sistema tecnológico aparentemente sencillo, tuvo que sortear un sinnúmero de dificultades: "La construcción de la iglesia se puede empezar ya se fabricaron de noventa a cien mil ladrillos... Las paredes exteriores e interiores están blanqueadas con cenizas que se mezcla con la savia de una raíz, de modo que es comparable con la cal y el yeso y no se desprende jamás... En una palabra, hacemos cuanto esté a nuestro alcance para que la casa de Dios sea vistosa y respetable" escribe Julián Knogler (17).

La apropiación organizada del espacio interior comenzaba en la plaza, frente al atrio, lugar donde se dividía y ordenaba a los catecúmenos en cuatro sectores de acuerdo a su sexo y edad: hombres, mujeres, muchachos y muchachas. Desde allí ingresaban las mujeres por la entrada principal y los hombres por las puertas laterales y se distribuían en su interior bajo el siguiente orden: el primer grupo conformado por los muchachos -hombres jóvenes- se los ubicaba frente al altar bajo la estricta vigilancia de sus capitanes y celadores; el segundo grupo lo conforman los hombres cuyo grupo llegan hasta la mitad. Detrás de los hombres se encuentran las mujeres jóvenes con sus respectivas inspectoras y al final se ubican a las mujeres, bajo la atenta mirada de sus jefas -desde la puerta principal- donde controlan el interior del templo.

Edificaciones del conjunto religioso.

Un edificio de fundamental importancia es el colegio. "Contigua a la iglesia está la casa de los curas, que llaman colegio, y está en todos los pueblos de mucha extensión: encierra las oficinas de carpintería, herrería, telares, trapiches para moler caña, tendales para beneficio de la cera, despensas, almacenes, todas las viviendas correspondientes"; por la misma fuente se conoce que el colegio no sólo aborda lo económico, sino comprende "igualmente, la escuela para enseñar a los muchachos a leer, y aún a escribir y dedicarlos al coro; ... sucede lo mismo con la música, pues ejecutan lo que en los papeles de solfa se les pone adelante y lo enseñan, y copian, y de esta oficina salen muchos bien diestros en varios instrumentos ... y esta sería la razón de tomar tan gran terreno para el colegio, porque todo era necesario" (18). El colegio abarca tres patios, con sus edificios de adobe, techado de teja. Un primer patio contiguo a la iglesia con "una vivienda de dos piezas y sus recámaras -la oficina del padre y otras tantas habitaciones-". Un segundo patio donde se "hallan seis cuartos con sus correspondientes puertas y chapas y un corredor que sirve de carpintería". Y un tercer patio destinado a las actividades de servicio, apoyo y de producción, donde se encuentra "una cocina y unas casas para beneficio de la cera, tres estantes de cal y ladrillo; en que se pone agua (noque estanque), y un cuarto que sirve de almacén" -dice el informe de Herboso- (19). Resumiendo, el colegio era un ámbito polivalente: residencia y refectorio, bodegas y depósitos; funcionaba la escuela, aulas para danzas, música, pintura o de escultura. A veces era el lugar donde se habilitaba el gobierno indio, el Cabildo Indigenal.

En respuesta al culto a los muertos, como parte importante en la vida de las misiones y anticipándose a las Leyes de Indias (20), se dispone que cada pueblo cuente con un área específica para el cementerio. "Inmediato a la iglesia está un sitio que llaman camposanto, donde se entierran a los que se mueren, sin que ninguno de los indios pretenda sepultarse dentro de la iglesia y de esta providencia se debe el que esté el pavimento de ella igual enladrillada y con aseo" (21). La orientación de una de las puertas principales -de la iglesia- hacia el sector donde está el cementerio, refuerza el recorrido procesional interno. Por lo general, el cementerio aparece en un lateral de la iglesia y se formaliza en una zona delimitada por un tapial techado de teja, y se conecta con la capilla nombrada Misericordia en cuyo interior se halla el altar con el Santo Cristo.

Esta capilla se proyecta hacia la plaza y se une con la capilla Miserere, ubicada en una de las esquinas de la plaza, para oficiar las respectivas letanías. La capilla mortuoria se corporiza como un módulo independiente, sobre cuatro columnas, piso de ladrillo, cubierta de teja a cuatro aguas, de dimensiones suficientes para la protección de las ceremonias fúnebres. En San José se construye integrada al conjunto, con nuevos materiales y formas inéditas confirmando un avance simbólico y conceptual en la materia.

Completa el conjunto religioso de directo contacto con la plaza, el campanario. En San Javier, Concepción y San Rafael el campanario es una torre de base estructural independiente, sobre cuatro columnas de madera labrada y modulada verticalmente en tres cuerpos de altura, en todos los casos separada del cuerpo de la iglesia y ubicada dentro del patio. En Santa Ana -postjesuita- se encuentra -actualmente- fuera del patio. Por su parte, en San Miguel se resuelve con la presencia de una monumental y aislada torre maciza -volumen puro- de mampuesto de adobe. Contemporáneamente se construye en San José sobre la base del mismo programa, pero con una respuesta formal diferente: por primera vez se abandona la galería exterior para conectar los edificios internamente y a su vez éste con la plaza y lo que es trascendental se ingresa a la técnica del mampuesto y sillería -piedra, ladrillo y cal-, como nueva tipología de resistencia autoportante. Independiente del lenguaje y de la tecnología, en San Miguel y San José por su disposición monumental remarcando el eje de composición urbana, alcanza el mayor nivel de desarrollo arquitectónico, otorgando al campanario su condición de máximo referente espacial.

Vinculado al núcleo religioso, se ubican otros edificios complementarios de acuerdo a las necesidades que cada pueblo requería. En algunos casos surge la Casa de las Recogidas o Casa de Misericordia como lugar donde se alojan y se atienden a las viudas, mujeres abandonadas, o mujeres cuyos maridos están fuera del pueblo por razones de trabajo o en las campañas de "caza de infieles". Por otra parte, invariablemente aparece el hospital o dispensario, para atender prioritariamente los problemas de medicina preventiva, higiene y saneamiento, frente a los riesgos y consecuencias de epidemia y pestes.

Especial importancia ambiental merecen los huertos o jardines. En San Miguel, la huerta cumple con los objetivos paisajísticos y productivos e indistintamente comparte el lugar del tercer patio: "En la parte de la huerta existe un tinglado, o corredor nuevo techado con teja para beneficio de la cera ... y un cuarto que sirve de lugar común y tres zaguanes o pasadizos, el uno que se comunica a los dos patios, y los otros que sirven de entrada a la huerta, se encuentra cercada con tapia de adobe y barda de teja ... en las que existen diez tendales de cal y ladrillo para beneficio de la cera, igualmente 75 árboles grandes de naranjos dulces y 32 de naranjos agrios, 18 limones, 7 lúcumas y otros silvestres" (22).

Finalmente en el interior del eje sacral, se emplazan los demás complementos del soporte productivo. En el rubro alimenticio encontramos a los mataderos y carnicerías destinadas a la provisión de carne, a las atahonas (molinos) de harina de maíz junto a los hornos para la elaboración de pan, almacenes de alimentos, depósitos de herramientas de trabajo. En lo agropecuario: los huertos, sementeras, chacos, potreros, etc. En el campo artesanal: hilados, tejedurías, platerías, etc. En materia industrial: trapiches, fundidoras, herrerías, curtidurías, tendales de cera, talleres especializados, etc. En la construcción: talleres de carpinterías, adoberas, hornos para cerámicas, etc. Es decir, a espaldas del conjunto religioso, están los elementos de la estructura productiva en diferente escala y extensión, al fondo el arroyo y el atajado de agua transparente reflejada en la inconmensurable floresta, la selva baja entremezclada con el celeste nublado del cielo también interminable. Es la simbiosis del producto cultural del hombre domesticado por su vivencia urbana misional con la naturaleza y su entorno ambiental.

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Notas Bibliográficas:
(14) Relevamiento de las iglesias de Chiquitos realizados para la Oficina Técnica del Plan Regulador en 1976; en: SUÁREZ, Virgilio e IBÁÑEZ, Aquino: Chiquitos, Misiones Jesuíticas. Santa Cruz, 1976.
(15) MESA, José y GISBERT, Teresa: Bolivia, Monumentos de Bolivia. La Paz, 1992, p. 249.
(16) Ob. Cit. Santa Cruz, 1976.
(17) KNOGLER, Julián S.J.: Ob. Cit., p. 171.
(18) ANB. Vol. 24-I, folio 9.
(19) ANB. Vol. 24-I, folio 8.
(20) Recién en 1786 el rey dispone que se hagan cementerios en los pueblos y se abandone la costumbre de enterrar en los templos, mediante la Cédula de S.M. y Señores del Consejo; en: GUTIÉRREZ, Ramón: Arquitectura del altiplano peruano. Resistencia, 1978, pp. 260-263.
(21) ANB. Vol. 24-I, folio 14.
(22) ANB. -1794-. Vol. 31. XIII, folio 301.


Fuente. Libro: Santa Cruz. Tiempo y Espacio. Año: 2000. Autor: Cooperativa Rural de Electrificación (CRE). Virgilio Suárez Salas.


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