Introducción.
El descubrimiento y conquista del territorio americano por parte de una potencia europea en los inicios de la modernidad -con todo lo que implica el término conquista- es un proceso en el que se entremezclan hechos luminosos con los que están en la más absoluta oscuridad y los que están en la semipenumbra. En este proceso hay dos protagonistas -el conquistador hispano y el indígena americano- a quienes hay que tratar simultáneamente para obtener una visión binocular del mismo. Mientras que la población indígena americana se presenta dispersa y con una gran heterogeneidad cultural, el conquistador hispano presenta una notable homogeneidad.
El conquistador hispano trajo consigo una cultura con profundas raíces en el mundo greco-latino, pero fundamentalmente cristiana. A fines del siglo XV -momento de la llegada de Colón a América- España está "a caballo" entre el medioevo y la modernidad, por tanto respondía a un doble influjo. Este hecho dará al proceso de la conquista una característica muy peculiar: el conquistador propone soluciones modernas utilizando métodos medievales. No podía prescindir de la herencia medieval, del sentido tradicional, pero tampoco del vitalismo del Renacimiento. La Edad Media le da un carácter caballeresco y una finalidad de cruzada a su empresa; el Renacimiento le impulsa a efectuar hazañas que prolonguen su memoria más allá del tiempo, a ganar gloria y a conseguir ventajas económicas para cimentar su poder. Menos olvidaba su grado en la escala social, y por eso pretendía ascender en ella mediante la adquisición de hacienda y fama.
Sin lugar a dudas uno de los aspectos más luminosos de este proceso, fruto de la modernidad, fue la decisión de vivir América históricamente, es decir integrarla a su propia historia. Es por esta actitud que una vez descubierta y apaciguada una región el conquistador hispano se convierte en poblador vertical, en un colonizador. Y esto es lo que en definitiva decía Ñuflo de Cháves en uno de sus tantos informes al rey: "y aunque no se siguiere otro interés más que poblar y desencantar la tierra, era gran servicio a Su Majestad porque de este bien resultaría que otros no se perdiesen". De manera más explícita lo expresa el cronista Francisco Gómez de Gómara: "Quien no poblare, no hará buena conquista y no conquistando la tierra no se convertirá la gente, así que la máxima del conquistador debe ser poblar".
La historia de Santa Cruz de la Sierra -la ciudad que fundara Ñuflo de Cháves como un acto de decisión de permanencia, de clavarse al suelo- es la historia del Oriente Boliviano. Es una historia poco espectacular, pero que llevó al historiador argentino Roberto Levillier a calificarla de "patética y grandiosa en su sostenido heroísmo". Desde el primer instante de su fundación cumple un rol protagónico de gran importancia: situada "en el punto más interior de estos reinos", tenía como finalidad contener a los indios bárbaros y los ataques de los portugueses que intentaban ampliar sus fronteras; es la capital de una gobernación y sede de un obispado que están totalmente marginados de la vida político-administrativa de la Audiencia de Charcas; por otra parte, ha sido a lo largo de su cuatro veces centenaria historia el núcleo urbano más importante del Oriente Boliviano, y, finalmente, ha sido y es el nexo real y efectivo entre las tierras altas y los llanos.
Santa Cruz de la Sierra, la "ciudad de la selva" como la llamara d'Orbigny, cumple este papel protagónico a pesar de las enormes penurias que padece tanto durante el período colonial como en el republicano. El conquistador hispano encontró en el Oriente Boliviano una nueva versión de El Dorado, versión que empezará a dar sus frutos 400 años más tarde. Así, pues, la ciudad capital tan aislada de los centros urbanos de la Audiencia de Charcas, con una población muy escasa y una economía de tipo doméstico, presenta una fisonomía en la que son muy poco frecuentes los edificios de grandes proporciones y belleza, ya civiles ya religiosos. Sin embargo, dentro de esta precariedad el cruceño fue capaz de rodearse de un lujo insospechado, tanto en la vida cotidiana como en el culto divino. Así, fue capaz de crear en su principal templo -que arquitectónicamente dejaba mucho que desear, pues el que hoy tenemos se construyó en el siglo XX- uno de los mayores tesoros del país, especialmente en lo que a platería se refiere. El "tesoro" de la catedral cruceña supondría una sociedad con una gran capacidad económica; sin embargo, la realidad es otra. Esto nos hace ver que la historia es algo más que unas cuantas cifras demográficas y otros tantos datos socio-económicos. El historiador tiene necesariamente que bucear en la forma del ser cruceño para encontrar la respuesta a esta aparente contradicción. ¿Tal vez se deba a la gran generosidad que siempre lo ha caracterizado?. ¿Acaso a un profundo sentimiento religioso que le lleva a ofrecer a Dios lo mejor que tiene y no solamente "lo que le sobra"?. ¿Simplemente, quizá, por un mero afán de figuración de los grupos dominantes?.
1561 no sólo marca el año de la fundación de la ciudad sino también el inicio de la formación de la identidad cultural cruceña. El conquistador hispano trajo consigo la cultura europea, fundamentalmente española y cristiana; esta cultura se adaptó a las nuevas circunstancias y para sobrevivir tomó elementos de la cultura indígena. A partir de este momento no se puede hablar de la historia de los indios del Oriente Boliviano y la de los españoles por separado. Es la historia de la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra, que incluye a unos y otros, aunque en algún momento alguna región hubiera vivido al margen del resto de la gobernación, caso de las misiones de Moxos y Chiquitos. Así, pues, la cultura conquistadora se hacía mestiza, se hacía cruceña.
La identidad cultural cruceña -que no es otra cosa que lo cruceño- está conformada por una parte que puede ser considerada inmutable que tiene cualidades o accidentes. Lo inmutable vendría a ser lo sustancial, la sustancia, lo que está debajo de una serie de cualidades o accidentes y les sirve de soporte. Mientras las cualidades o accidentes cambian de acuerdo a las circunstancias de cada etapa histórica, la sustancia permanece; por tanto un cambio de cualidades o accidentes no significa necesariamente que la sustancia pase a ser otra cosa, mientras que un cambio de sustancia -algo excepcional- es un cambio a otra sustancia. La identidad cultural cruceña va dejando su huella en aquello que se ha dado en llamar patrimonio cultural, que no es otra cosa que el conjunto de elementos de la cultura material y espiritual que ha ido creando el cruceño a lo largo del tiempo: documentos escritos y tradición oral, arte y artesanía, música y folklore, etiqueta y formas de decir, literatura, leyendas y tradiciones, etc.
Asimismo, el año de la creación de la Gobernación de Santa Cruz de la Sierra tiene una importancia capital no sólo para la historia regional sino también para la nacional. Al respecto Humberto Vázquez Machicado dice: "El 15 de febrero de 1560, fecha del nombramiento de Ñuflo de Cháves como Lugarteniente de Gobernador de la Provincia de Moxos, que tal era el nombre que se le dio al actual Oriente Boliviano, señala pues la data precisa de incorporación de estos territorios tropicales a la nacionalidad boliviana". Así, pues, considera este historiador que es con la creación de esta gobernación, y por tanto con la incorporación de los llanos orientales a la Audiencia de Charcas, que se inicia el proceso de nuestra nacionalidad, en cuanto país que está integrado por tierras altas y llanuras, pues durante el período prehispánico las tierras bajas se mantuvieron casi totalmente aisladas. La solución propuesta por Vázquez Machicado permite enmendar un error que se viene arrastrando desde hace mucho tiempo. Plantea claramente que el elemento común integrador de nuestra nacionalidad hay que buscarlo a partir de la dominación española. No se trata de tomar partido por una posición hispanista o antihispanista o si mejor se quiere indigenista o antiindigenista, pues nuestra historia americana en general es consecuencia de una visión binocular que no se parcialice ni con el elemento europeo ni con el indígena.
Desde el primer momento la Gobernación de Moxos constituyó un área marginal dentro de la estructura político-administrativa de la Audiencia de Charcas. Esta marginalidad ha sido una invariante que se ha mantenido durante todo el período colonial y gran parte del republicano, lo que ha dado como resultado una historia que presenta un panorama diferente al del resto del país. Por otra parte, la historia del Oriente Boliviano ha sido permanentemente ignorada por la historiografía nacional hasta mediados del siglo XX. La incorporación de esta importante región a la historiografía nacional se debe al surgimiento de lo que se ha dado en llamar escuela historiográfica del Oriente Boliviano. Se trata de una escuela que tiene características singulares:
1) Se forma ante la aparente dicotomía que se presenta en la historia nacional.
2) Presenta una unidad de método y de enfoque, lo que crea un gran impacto en la historiografía nacional.
3) En términos generales se puede afirmar que está exenta de compromisos ideológicos.
4) Cuenta con una importante tradición historiográfica colonial (Francisco Javier Eder, Diego de Eguiluz, Patricio Fernández) y decimonónica (Victoriano Rivero y Egüez, Gabriel René Moreno).
5) Está imbuida del espíritu de Gabriel René Moreno.
Esta escuela incluye los nombres de Plácido Molina Mostajo, Enrique Finot, José y Humberto Vázquez Machicado, José Chávez Suárez y Hernando Sanabria Fernández.
Fuente. Libro: Santa Cruz. Tiempo y Espacio. Año: 2000. Autor: Cooperativa Rural de Electrificación (CRE). Alcides Parejas Moreno.